En 1814, San Martín reemplazó a Manuel Belgrano en el mando
del Ejército del Norte. Consciente de que ese no era el camino para llegar al
centro del poder español en Perú, se planteó una ruta alternativa: pasar a
Chile y, desde allí, navegar por el océano Pacífico hasta Lima. El problema,
claro, eran las altas montañas que debían atravesarse.
La empresa del cruce de los Andes es aún hoy, doscientos
años después de haberse concretado, una de las hazañas más audaces de la
historia. Estudiada en academias militares de todo el mundo, muchos
historiadores han equiparado la epopeya sanmartiniana con la campaña de
Napoleón a través de los Alpes. ¿Es así? Al contrario: en todo caso, la
comparación nos permite demostrar que nada iguala al cruce de los Andes.
En primer lugar, al comparar ambos cruces, hay que tener en
cuenta el camino por donde se realizó. Napoleón Bonaparte cruzó los Alpes por
rutas que eran transitables, pudiendo así transportar la artillería pesada en
carros. Por el contrario, San Martín atravesó los Andes con su ejército por
empinados trayectos de cornisa, sin disponer de caminos por donde llevar
vehículos. Las mulas debieron cargar los cañones y, en gran parte del
recorrido, la tropa sólo podía avanzar en fila india.
A esta situación hay que agregarle que en la zona alpina
había poblados, lo que le permitió a Napoleón reabastecerse. En cambio, la zona
cordillerana carecía por completo de población y San Martín se vio obligado a
llevar todos los recursos necesarios para el cruce, especialmente alimento y
bebida para la tropa y para los animales.
En segundo lugar, y muy importante para la comparación entre
ambos cruces, está la cuestión de la altura. Mientras que el ejército francés
tuvo que franquear una altura máxima de 3.600 metros -el punto más alto que
atravesaron fue el monte Cenis-, el grueso del Ejército de los Andes atravesó
el paso de El Espinacito que asciende a 5.000 metros. El Espinacito no sólo es
un desafío para subir sino que, fundamentalmente, es sumamente peligroso para
descender. Mucho más arriesgado, si es con mulas transportando víveres,
municiones y artillería pesada. Adicionalmente, los animales cargaron dos
puentes desmontables, creación del genio de fray Luis Beltrán, para poder
cruzar los pasos de agua.
Tampoco debe perderse de vista el recorrido de ambos
ejércitos. Napoleón recorrió un máximo de 280 kilómetros, en tanto que el
Ejército de los Andes transitó 750 kilómetros en su máximo recorrido que fue el
paso de Come-Caballos.
La épica del Libertador fue también comparada con el paso de
Aníbal Barca, general del Ejército de Cártago, quien atravesó los Alpes durante
la Segunda Guerra Púnica en el año 218 a.C. En esa ocasión, Aníbal condujo a su
ejército por los Alpes, al igual que Napoleón, por caminos que eran rutas
comerciales. Tan es así, que el general cartaginés pasó con 37 elefantes. Algo
impensado en el escenario cordillerano.
El tiempo que demandó el cruce también fue una proeza. Según
el coronel (Re) Héctor Piccinali, el Ejército de los Andes realizó el recorrido
total en un promedio de 80 kilómetros por día. Y calificó la acción como
"la marcha forzada de caballería más rápida en la historia militar del
mundo".
La gesta sanmartiniana fue una proeza heroica. Llevada a
cabo por el hombre que logró superar obstáculos de todo tipo, políticos,
económicos y logísticos -incluso personales, teniendo en cuenta su endeble
salud-, en pos de un noble objetivo. Porque, a diferencia de los planes de
conquista de Aníbal y Bonaparte, San Martín marchó para dar la libertad a medio
continente
En: La Nación, 17/8/17