miércoles, 27 de marzo de 2013

2 de abril




Juan López y John Ward 

Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada

uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un

pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una

mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios,

de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los

cartógrafos, auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil;

Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father

Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que le había

sido revelado en una aula de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara

a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los

dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los
conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no

podemos entender.


Jorge Luis Borges


Este poema se publicó por primera vez en el Suplemento Cultura y Nación de Clarín,
el 26 de agosto de 1982.